Somos grandes expertos en reconocer los logros en los demás. En cambio, los nuestros propios nos pasan totalmente desapercibidos.
¿Te suena esto?
No reconocemos nuestros propios logros, ni siquiera nos parece que sean logros, pero los fallos sí que los reconocemos. Es más, los vemos como con una lupa: más grandes de lo que son en realidad.
¿Te das cuenta cómo funcionamos al revés de lo que debería ser?
El hábito más importante
Mi vida cambió radicalmente desde que empecé a darme cuenta de mis logros y a celebrarlos.
Pero radicalmente.
Tanto, que hoy en día no sólo celebro mis logros, sino también mis fallos! Porque todos ellos son parte de quien soy, imperfecta y genial.
Nos han hecho pensar que teníamos que perfeccionarnos a nosotros mismos constantemente, que teníamos que estar constantemente esforzándonos por ser mejores, por ser perfectos.
Y no es verdad. ¡Nos han engañado!
Porque la realidad es que ya somos perfectos, tal y como somos.
La realidad es que es imposible esforzarse por ser algo que ya eres.
Tú no estás roto. No hay nada que reparar.
Empezar a celebrar tus logros es el primer paso hacia la total aceptación de quienes somos
Y cuando hablo de logros no me refiero sólo a los LOGROS con mayúscula. Me refiero también a esos logros más pequeñitos, que hacen posibles los logros grandes. Por ejemplo, levantarte por la mañanas. Hacer algo que te daba miedo hacer. Dar la cara todos los días en tu negocio. Esos también son logros!
Celebra tus logros independientemente del resultado, porque el resultado muchas veces no depende de nosotros, pero las acciones que emprendemos sí.
Celebra que has hecho el lanzamiento, antes de celebrar las ventas.
Celebra la llamada, antes de celebrar que tienes un nuevo cliente.
Si te acostumbras a hacerlo verás cómo tu vida cambia!
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