Todavía recuerdo cómo me temblaba la mano el día que me apunté a mi primer programa de coaching de alto nivel. Eran tiempos duros. Mi pareja estaba sin trabajo, ya no teníamos ahorros, y yo ganaba el equivalente a un sueldo, pero necesitábamos dos. Tenía que encontrar una solución radical. Sabía que sin ayuda me iba a llevar