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Esta es la segunda parte de una serie de 3 posts sobre el marketing y los agentes de transformación. Lee aquí la primera parte.
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En mi último webinar, «3 claves para planificar tu 2016» (mira el replay aquí), hablé sobre las ofertas de alto valor y cómo pueden ayudarte a crecer rápidamente en tu negocio. Las ofertas de alto valor son lo que su nombre indica: un programa o servicio diseñado para resolver un problema específico de tu público, y que requiere de una inversión alta.
Pues bien, una de las asistentes me preguntó cómo hacer que un cliente quiera invertir en una oferta de alto valor. La respuesta es sencilla: empieza por ti. Si tú estás totalmente convencida del valor de tu programa y sabes con total certeza que va a ayudar a tu cliente a resolver su problema, es fácil transmitir esta seguridad a tu cliente. La inversión se convierte entonces en algo irrelevante, porque lo que estás ofreciendo no es un paquete de horas de coaching o asesoría, sino una transformación.
Piénsalo: después de trabajar con un agente de transformación, sea un terapeuta, un coach, un consultor; jamás seremos los mismos. Aunque el cambio que consigamos en nosotros mismos sea muy pequeño, incluso tan pequeño que no se note, con el paso del tiempo su repercusión será invalorable.
Una vez escuché decir que si vas conduciendo en línea recta, y alteras el curso unos pocos centímetros a la derecha o a la izquierda, después de varias horas te encontrarás a kilómetros de distancia del lugar a donde habrías llegado a parar de haber seguido conduciendo en línea recta. ¿Tiene sentido?
Si consigues sólo un pequeño cambio en ti mismo, por ejemplo eliminar un hábito, piensa en cómo va a ser tu vida dentro de unos años. Seguro que muy distinta a cómo lo habría sido si no te hubieses tomado el trabajo de eliminar ese hábito, un cambio que en su momento parecía tan pequeño y poco relevante.
Voy a darte un ejemplo concreto. Supongamos que ayudas a las personas a alimentarse mejor. Al poco tiempo de trabajar contigo, se sienten más vitales, tienen más energía, incluso están de mejor humor. Algunos síntomas molestos desaparecen. Con el tiempo, su salud es mejor que nunca. Esto repercute en sus relaciones familiares, porque al estar de mejor humor, hay más armonía. Repercute en su trabajo, porque tiene más energía y toma mejores decisiones. Repercute en su forma de ver el mundo, en cómo se siente consigo misma, en todos los ámbitos de su vida.
¿Cómo va a ser la vida de esa persona dentro de 5 años? ¿Dentro de 10? ¿Dentro de 20?
¿Te das cuenta del valor que tiene tu trabajo?
Es invalorable.
Pero si nadie lo sabe, adivina qué va a pasar.
Poco y nada.
Y aquí es donde entra el marketing.
Marketing y modestia
Vuelvo entonces a esa costumbre políticamente correcta que mencioné en la primera parte de esta serie de posts: esa costumbre de disminuirnos, de no exaltarnos en público, de restarle importancia a los cumplidos, de decir «no es nada» cuando alguien alaba tu trabajo. Nunca me ha gustado la falsa modestia. Si quieres vender tus valiosos servicios, tienes que dejar la modestia de lado.
Atención: tampoco estoy diciendo que haya que irse al otro extremo. Si ahora resulta que vas a estar todo el día hablando de lo maravilloso que eres con cuanta persona te cruces, pues mira, muy popular no vas a ser, te lo aseguro. No se trata de eso, y mucho menos en marketing.
De lo que se trata es de decir la verdad.
Tú sabes que tu producto o servicio es bueno (que no quiere decir que no sea mejorable). Pues dilo. Habla de sus beneficios. O pide testimonios y que sean tus clientes quienes lo digan por ti. Pero tienes que comunicarlo o de lo contrario tus clientes no van a saber que tú tienes lo que ellos necesitan.
Y si piensas que tu producto o servicio no es lo suficientemente bueno, entonces dedica todo tu esfuerzo a mejorarlo, hasta que puedas salir ahí fuera y hablar de sus beneficios sin sentir que estás vendiendo humo. O mejor aún, ofrécelos a un amigo o a una persona de confianza y pídeles que te digan con honestidad qué les ha parecido y qué mejorarían. A menudo somos demasiado duros y exigentes con nosotros mismos y muchos tendemos a buscar una perfección que no existe.
Ahora ya sabes lo que el marketing es en realidad y hemos desmontado una de las principales razones por las cuales muchos agentes de transformación se sienten incómodos a la hora de vender sus servicios. La siguiente interrogante es: ¿Cómo organizar las acciones de marketing? ¿Cómo saber qué hacer y cuándo?
En la siguiente y última entrega de esta serie de posts te hablaré sobre ello. Si quieres que te envíe un email cuando esté publicado, suscríbete a mi boletín.
Y si dejas tu comentario contándome qué te ha parecido el post, me alegrarás el día 🙂
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