Ayer me tomé la mañana libre y me fui a un parque de aventuras a lanzarme por las tirolinas y pasar de árbol en árbol haciendo equilibrio entre cuerdas y troncos.
No me gustan demasiado las alturas. No disfruto en los parques de atracciones y hace años que no subo a una montaña rusa. Me gusta tener los pies en el suelo y saber dónde piso. Y nunca imaginé que me vería jugando a Tarzán un jueves por la mañana, cuando el lunes empiezo una nueva formación (Sé Más Visible, Atrae Más Cientes), y me quedan clases que preparar, y un sinfín de cosas por hacer.
Pero la vida tiene estas cosas y antes de que me diera cuenta estaba yo intentando hacer equilibro a varios metros de altura, preguntándome cómo había llegado hasta allí y quién me habría mandado a no quedarme en casa con mi larga lista de tareas.
El caso es que cuando estás allí encaramada, a unos cuantos metros sobre el suelo, y hay un grupo de adolescentes de un colegio que vienen detrás de ti y están esperando a que termines de colocarte el sistema de seguridad para saltar, y ves que no tienes escapatoria porque no hay otra forma de bajar del dichoso árbol en el que (dichosa la hora) se te ocurrió subir, pues algo cambia en ti.
Y esto es lo que aprendí ayer sobre el miedo y la supervivencia.
- La atención en el presente te mantiene vivo. Allí arriba no tienes espacio para lamentarte del pasado e imaginarte el futuro. Necesitas poner toda tu atención en el lugar donde estás, el lugar a donde te diriges, y la mejor forma de colocar el pie. Un paso en falso y te vas abajo (claro que no te vas a caer porque tienes un arnés y estás bien atado, pero eso sólo lo sabe una partecita pequeña de tu mente. Al resto de ti se le ha olvidado por completo ese detalle).
- Llega un momento en el que todo lo demás desaparece, y sólo queda el último peldaño. Ese al que te vas acercando. Ese que te va a permitir respirar.
- Si piensas, pierdes. Cuando conquistas el siguiente árbol y contemplas el paso siguiente del circuito, y ves que es aún peor que el anterior, lo mejor es avanzar lo más rápidamente posible, sin darle espacio a tu mente para que empiece a elucubrar. La elucubración te paraliza. En cambio, si te lanzas, concentrando toda tu atención en conquistar el siguiente árbol, antes de darte cuenta ya has llegado.
- Tu cuerpo sabe más que tu mente. Sabe cómo moverse y cómo avanzar. Tu mente sólo sabe que tienes miedo.
En definitiva: la atención en el momento presente es lo que te hace vencer el miedo.
Y cuando estás allá arriba, no sólo te estás enfrentando al reto físico sino a todos tus fantasmas.
Eso fue lo que sentí ayer.
Creo que la peor parte del miedo es cuando te proyectas a un futuro que ni siquiera existe. Si te centras en el momento presente y en tu siguiente paso, la atención no deja lugar al miedo.
Y simplemente llegas al siguiente árbol.
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