Este es un post personal (advierto).
Lo que sigue es una descripción del momento que estoy viviendo a nivel personal y que tiene repercusiones (y muchas) a nivel profesional.
Este post tendría que haber sido publicado ayer, justo después del domingo de Pascua, pero WordPress me hizo una mala jugada y no ha podido ser. No pasa nada. Fluyamos:
Seas o no una persona religiosa (yo no lo soy, aunque la espiritualidad sí es una faceta importante en mi vida), la fiesta de Pascua tiene un significado interesante. Da igual que para ti signifique la resurrección de Jesucristo, o la bienvenida a la primavera, o que haya sido un domingo más como cualquier otro. Lo que se celebra es una idea universal: por un lado el perdón, y por el otro, el empezar de nuevo.
La vida misma es un ciclo de muerte y resurrección si la metáfora conecta contigo. Porque la vida es cambio, y eso es lo único seguro con lo que contamos. Terminamos ciclos, terminamos etapas y renacemos a un ciclo nuevo, a una nueva etapa. El bebé que no puede desplazarse por sí mismo aprende a gatear y luego da sus primeros pasos. Con cada nuevo aprendizaje, con cada nueva habilidad, el bebé y el niño y el adulto dejan atrás un estado anterior y se transforman en alguien distinto. Aprendes a conducir y ya no eres la persona que no sabía conducir. Te atreves a hablar en público y ya no eres la persona que no se atrevía a pisar un escenario.
El invierno da paso a la primavera y con ella la vida renace. Acaba un ciclo y empieza otro, y ese otro trae consigo nuevas posibilidades tal vez insospechadas. Para poder aprovecharlas, es necesario que estemos preparados para dejar ir lo que fue. De lo contrario puede ocurrir que las nuevas oportunidades pasen por delante de nosotros y no sepamos reconocerlas, porque aún estamos contemplando la etapa anterior… aunque eso que contemplamos ahora sólo sea un espejismo.
Dejar ir es también perdonar.
Al otro, pero, sobre todo, a nosotros mismos.
Hoy leía un email de Chris Brogan en el que hablaba precisamente sobre el perdón, haciendo alusión a estas fechas. Decía que a la mayoría de las personas nos es más fácil perdonar a los demás, pero cuando se trata de perdonarnos a nosotros mismos, somos implacables.
Me sentí muy identificada. Lo veo no sólo en mí, sino también en muchos de mis clientes. ¡Qué duros somos con nosotros mismos, qué poco amables podemos llegar a ser!
Y ahora te estarás preguntando: ¿a qué viene todo esto? ¿Qué tiene que ver el perdón con los negocios?
Tiene todo que ver.
Voy a hacerte la misma pregunta que me he estado haciendo estos días:
¿Qué necesitas dejar ir para conseguir lo que quieres?
No es una pregunta fácil aunque pueda parecerlo. Es una pregunta con truco. Y una pregunta que requiere del perdón para ser respondida.
En estos días he estado haciendo un trabajo personal muy profundo que tiene que ver con la visibilidad precisamente, el tema del que he estado hablando en el blog durante las últimas semanas. Y he llegado a la conclusión de que, para ser visible, es importante iluminar aquellas partes de ti mismo que permanecen en la sombra. Y abrazarlas. Ser visible implica no tener nada que esconder, no porque no haya partes de ti que no te gusten, sino porque has aprendido a aceptarlas.
Y en eso estoy.
Por eso va a haber cambios por aquí. Porque quiero que mi negocio sea una auténtica expresión de mí misma. Porque sólo así puedo ayudarte a ti a hacer crecer un negocio que sea una auténtica expresión de ti.
Aún no sé qué forma van a tomar esos cambios, ni siquiera sé si los notarás. Puede que mis posts sean más personales a partir de aquí. No lo sé. Pero en todo caso, sé que podré ayudarte mejor en la medida en que yo profundice en este trabajo.
Y ahora voy a dejarte de nuevo con la pregunta:
¿Qué necesitas dejar ir para conseguir lo que quieres?
Es una pregunta muy importante. Te ruego que no la pases por alto.
Si quieres contármelo, estaré honrada de escucharte. Por mi parte, voy a responder a esa pregunta en otro post. Próximamente.
Nos leemos.
Un comentario