¿Te ha pasado alguna vez que das un paso grande para salir de tu zona de confort y crecer, a nivel personal o profesional, y de pronto algo pasa que te hace volver atrás?
Por ejemplo:
- Te enfermas
- Se te daña el ordenador
- Amaneces sin voz (el día que ibas a hablar en público)
- Pierdes de pronto toda la ilusión que tenías y te parece que ese paso que vas a dar no es para tanto, no vale la pena
- Discutes con tu pareja, tus hijos, tu ___________ (rellena el espacio)
- Llegas a tarde a una cita importante…
Y la lista pudiera seguir y seguir y seguir hasta el infinito.
¿Te ha pasado?
Y aquí viene la pregunta clave:
¿Has pensado alguna vez que esas cosas no son casualidad?
Pues no, amigo, no lo son.
Te presento a tu ego 🙂 Es esa partecita que todos tenemos cuya tarea no es otra que mantenernos a salvo.
Cuando estamos a punto de dar un paso grande y que nos asusta, un paso que va a ayudarnos a crecer, el ego se aterra. Piensa que estamos en peligro y suenan todas las alarmas. Vamos a hacer algo que nunca hemos hecho, por lo tanto se trata de algo desconocido. Al ego no le gusta lo desconocido. No le gusta nada. El plan ideal para el ego es que te quedes para siempre (y él contigo) en tu zona de confort, allí cómodamente instalado en ese breve espacio conocido y calentito y seguro, tú me entiendes.
Pero tú tienes otros planes. Tú tienes una misión que cumplir. Tú eres un agente de transformación, y sabes que es allá afuera, fuera de tu zona cómoda, donde ocurren las cosas.
Y sales. Das el paso.
Y entonces, tu ego, tu pequeño y entrañable ego, entra en acción. No lo hace por mal, hay que entenderlo. Lo hace porque quiere protegerte. Porque correr riesgos asusta.
Y entonces… bum. Pone en tu boca la palabra que desencadena la bronca. Te crea síntomas físicos que antes no estaban. Te quita de golpe la ilusión para que dejes de perseguir tan obstinadamente aquello que quieres y que el ego no entiende que puedas querer.
¿Te cuento un secreto?
No eres el único a quien le pasa.
Yo personalmente soy… no: he sido hasta ahora, una verdadera maga de esto. Todas las cosas que nombré en la lista al empezar este post han sido ciertas para mí… y unas cuantas más, incluso algunas totalmente inverosímiles, porque mi ego, como el de todos, es súper creativo a la hora de inventarse recursos para frenar mi expansión.
Es un maestro, mi ego.
Y hubiese seguido frenándome con resfriados y broncas y papeles importantes que se pierden y routers que se dañan en el momento preciso de empezar un webinar…
…si yo no me hubiese dado cuenta de lo que hacía. De lo que pretendía mi ego.
Pero, por suerte, tengo recursos 😉
Porque yo quiero ir a más. Tengo grandes planes, y espero que tú también los tengas. Tengo planes muy ambiciosos. Planes que aterran a mi ego. Así que conviene que nos entendamos mi ego y yo. Y si tú también tienes grandes planes, quiero compartir contigo lo que yo hago para evitar que mi ego se salga con la suya.
Qué hacer para evitar el auto-sabotaje
- Hazte esta pregunta: ¿Qué es lo peor que puede pasar si (haces esa cosa grande que da miedo)? La respuesta te va a dar una pista de qué es lo que tu ego teme y de qué quiere protegerte.
- Busca la forma de darle a tu ego la seguridad de que eso tan malo no va a pasar (en la mayor parte de los casos, se trata de un miedo irracional), o, si pudiera pasar, de hacerle ver que a pesar de todo estará a salvo. Por ejemplo: si vas a hablar en público y te equivocas y la gente se ríe, no te vas a morir ni se va a terminar tu carrera. De hecho puedes usar ese pequeño percance a tu favor y ganarte la simpatía del público 😉
- Sé todo lo paciente y amable contigo mismo que puedas ser. Cuídate. No te culpes ni te fustigues. Trátate como a un niño pequeño. Después de todo tu ego es como un niño pequeño. Mímate. Date lo que necesites: más horas de sueño, chocolate, un buen baño, un paseo…
- Obsérvate sin juzgar. Como si estuvieras viendo una película. Simplemente observa. A veces basta con darnos cuenta de que nos estamos saboteando para romper el patrón.
- Busca el apoyo de personas afines a ti, personas con las que puedas hablar sin que te juzguen. A veces poder hablar de todo ello es suficiente para salir de allí.
- Practica actividades como la meditación, la escritura, yoga, tai chi… Actividades que te ayuden a centrarte y encontrar un espacio de silencio en el que puedas escucharte. Mantener el contacto contigo mismo es fundamental para tomar consciencia de estos patrones y poder traspasarlos.
Y recuerda que no te pasa sólo a ti. Ya te lo dije: hasta ahora he sido una maga del auto-sabotaje! Es algo que nos pasa a todos. Incluso a quienes más admiras. En el fondo, todos nos enfrentamos a los mismos desafíos, sólo que unos van un poco más adelantados 😉
Si te ha parecido útil este post, ¿lo compartirías? Estoy segura de que en la medida en la que tomemos consciencia de esto podremos dar pasos gigantescos, para el bien de todos. Gracias 🙂